Hoy se cumplen 82 años de la muerte de mi abuelo Crotato Martínez Rosales en una cárcel de Valladolid. Era el 30 de marzo de 1942, dos días más tarde que Miguel Hernández. Había sido condenado en el consejo de guerra del 12 de mayo de 1939 a la pena de 20 años de reclusión “como autor de un delito de Auxilio a la Rebelión Militar”. La Ley de Responsabilidades políticas de 1939, un engendro jurídico de naturaleza penal, permitía sancionar, retroactivamente y desde octubre de 1934, a todas las personas que hubiesen defendido el Gobierno legítimo y las instituciones soberanas de la II República, a quienes se acusaba de actuar como delincuentes. A los militares sublevados contra el orden constitucional se les consideraba y condecoraba como “patriotas”. La corrupción y la barbarie de una cruel y larga dictadura.
Mi abuelo, con 66 años, alejado de su tierra y de su familia murió triste y ligero de equipaje. A mi abuela Aurora le devolvieron una vieja camisa junto con el certificado de defunción.
Narré estas circunstancias en al año 2016, hilvanando un pequeño librito titulado Mi abuelo Crotato. Lo hice después de visitar su tumba —una fosa colectiva en el cementerio del Carmen, donde nunca faltan flores—, compilando algunos relatos, informaciones que van aflorando y documentación de la Causa General de Almería, Rama separata de Fiñana. Era una sencilla publicación de poco más de 60 páginas. Fue la primera de las micro biografías de mi modesto Blog.
Desde el mes de abril del año 2016 hasta hoy, marzo de 2024, han transcurrido 8 años. Marcados por una pandemia que cercenó mucha memoria colectiva, la generación que nos precedió; el rugir de nuevas y malditas guerras enquistadas y ya crónicas; y los avatares de la nueva Ley de Memoria Democrática 20/2022, que también tiene que ver con esta historia. Son los añadidos que figuran en los Anexos de 2024, páginas (68/74). He precisado igualmente algunas fechas e incorporado algún dato nuevo, que no conocía. Es la magia de las conexiones de la memoria y las redes sociales, con todos sus imponderables, entre diferentes generaciones. Conviene separar el grano de la paja.
Vayamos por partes, refiriéndonos a los añadidos. A principios del año 2020, recibí una comunicación de la Asociación de la Memoria Histórica de Valladolid, indicándome que el domingo 16 de febrero se inauguraba un memorial “donde irán grabados los nombres de 2.650 personas asesinadas en Valladolid y su provincia, además de los presos políticos residentes, o vecinos de otras provincias, fallecidos en prisión”. No pude, no pudimos, asistir a esta inauguración. Una más de las asignaturas pendientes en este capítulo de la vejez, donde se agolpan anhelos, algunas citas terrenales, y los imponderables del paso del tiempo, que hacen más inciertas nuestras promesas. Una cita o un eslabón más para las generaciones que deseen tomar el relevo de nuestra memoria sentimental.

Relaté esta circunstancia en la publicación de Alberto Valenzuela Carreño “Me lo decía mi papá. Voces de resistencia y dignidad”, capítulo 14, en un texto que encabezaba así “Tardé 65 años en visitar la tumba de mi abuelo Crotato”. Un hilo conductor de otros textos y otros protagonistas de nuestra saga familiar. También con deberes pendientes.
El 30 de mayo de 2020, en plena pandemia, recibí este mensaje “Me llamo Patricia Zamora, ¡y acabo de descubrir que somos familia!”. “MI TATARABUELO CROTATO, by Patricia Zamora”. Un pequeño milagro de las redes, tan perversas para otros usos. El 24 de septiembre del año 2022 tuvimos ocasión de compartir mesa, abrazos y emociones. Patricia es una veinteañera empeñada en dibujar el árbol genealógico donde se cruzan los filamentos que nos precedieron. El hilo de las micro memorias familiares, ilustradas con algunas fotografías perdidas en algún cajón o lata de galletas reciclada, sirven para encajar piezas de la narrativa común. Las pequeñas historias que conforman la Historia con mayúscula.
A través de Patricia sabemos más cosas del hijo mayor de Crotato, y de su familia, llegadas a Badalona en los tiempos de plomo: gente humilde, trabajadora, así como el protagonismo de las mujeres preservando una memoria nada fácil. Sabemos que mi tío Santiago, hijo de Crotato, coincidió en la playa de Argelès-sur-Mer, con su tío abuelo Antonio Muñoz Zamora. Este encuentro está narrado en el libro: “Mauthausen 90.009. La historia de un español en los campos nazis”. “Separados por una alambrada de los españoles, también había en Argelès un grupo de cubanos que combatió contra la sublevación fascista. (…) No tenía la posibilidad de establecer contacto con los cubanos, pero estuve a punto de salir del campo viajando con ellos a la isla caribeña. Aquella posibilidad de libertad, que acabaría frustrada, me la propició el encuentro fortuito con Santiago Martínez Plaza, mi cuñado. (…) Santiago se consideraba hijo de Fiñana, pero realmente había nacido en Cuba, a donde sus padres [Crotato y Aurora] emigraron [Santiago de Cuba] desde el pequeño pueblo almeriense al que él regresaría después. Tener la nacionalidad cubana le permitió aprovechar la oportunidad que se brindaba a esos ciudadanos de volver a su país. (…) El pasaporte cubano que me prometió mi cuñado nunca llegó. Supongo que cuando me dio su palabra no pensó que quizás sería imposible cumplirla. Lo que sí me envió fueron 50 francos, toda una fortuna en aquella época, y más en un lugar como aquel”. Santiago Martínez Plaza, mi tío e hijo de Crotato Martínez, también aparece citado en la relación de combatientes en el libro “Cuba y la defensa de la República española (1936-1939)”, editado en Cuba el año 1981. Con un prólogo de Fidel Castro, donde se afirma: “Nuestro pueblo envió casi mil combatientes a luchar en España contra el fascismo”. Mi tío Santiago dejó a su familia en España y regresó a Cuba, sin más datos ni noticias. Indagar su peripecia vital en la isla también forma parte del inventario de tareas sugerentes. El tiempo apremia.
Otras conexiones se establecieron con la figura de Antonio Muñoz Zamora. Gracias a su sobrina bisnieta Patricia, supimos que era un almeriense comprometido con los sueños universales de la patria de la humanidad. Estuvo deportado en los campos de Dachau y Mauthausen. Su testimonio está recogido en “Andaluces en los campos de Mauthausen”. Regresó a Almería en 1967 “con una maleta de doble fondo con propaganda del Partido Comunista”. Fue delegado del Amical de Mauthuasen en Andalucía y promotor del monumento en memoria de los almerienses deportados a Mauthausen y Gusen. En 1999 recibió la Medalla de Andalucía; posteriormente fue nombrado hijo adoptivo de la ciudad de Almería.
Por esta razón el 17 de noviembre del año 2021, aprovechando la presentación de un libro que recoge la historia y la memoria de la 24a Brigada Mixta del Ejército Popular en Jaén y Almería, en el que aparece Juan Hernández Herrerías, descubrimos nuevas conexiones: Antonio Muñoz Zamora estuvo combatiendo en el frente del Jarama, formando parte de la XV Brigada internacional. Juan Hernández Herrerias, mi suegro y padre de la Consol, pertenecía a la 24 Brigada mixta, resultando herido en el frente del Jarama el 24 de abril de 1937 y trasladado al Hospitalillo de Tarancón. Ambos, oriundos de Almería, lucharon junto a voluntarios internacionales, hombres y mujeres, idealistas combatientes que vinieron a España a defender la libertad frente al fascismo y el nazismo. Conscientes de que era el preludio de la Guerra en Europa.
La Consol y yo, conocíamos el monumento a los deportados de Almería, pero ignorábamos que uno de sus promotores, Antonio Muñoz Zamora, formaba parte de nuestro parentesco y de nuestros sueños de juventud. Volvimos a repetir visita y homenaje a tanta gente que merece ser recordada en tiempos de desmemoria.
Quiero cerrar este enunciado de los anexos con un capítulo más cercano y próximo en el tiempo. Los amigos de La Desbandá han anunciado esta primavera la publicación en forma de libro de las Actas del I Congreso Internacional La Desbandá. “Esta primera edición se ha realizado con portada en tapa dura (31×24,5 cm), impreso en papel ahuesado de alta calidad. Este «I Congreso Internacional La Desbandá, Un siglo de luchas antifascista» tuvo lugar en la localidad malagueña de Mollina durante los días 28, 29 y 30 del mes de octubre de 2022. Fueron invitadas a participar todas las personas comprometidas con el conocimiento de la verdad histórica y la defensa de los derechos de las víctimas del franquismo en los espacios de comunicación previstos”.

En este libro, un monumento académico de los hechos acaecidos en la carretera de Málaga a Almería en el mes de febrero de 1937, y que tanto se asemejan a las huidas, éxodos y masacres, de nuestro tiempo, tuvimos la fortuna de dejar el testimonio y la huella de quienes nos han marcado en nuestra aventura vital. “Es un orgullo, estar hoy aquí y formar parte de los mismos sueños que marcaron la conducta de quienes nos precedieron: conjuntar la libertad y la igualdad, y crear un mundo más justo para las nuevas generaciones. Permitidme, una referencia muy personal. Quiero hacerlo aquí en este espacio tan digno para rendir homenaje a mi abuelo Crotato [Martínez Rosales], un fiñanero de Almería, que murió en una cárcel franquista por defender la legalidad republicana. Para reivindicar la memoria de mi padre [Manuel Martínez Plaza] que se alistó con 17 años en las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas de Almería, para defender la República. Y la de mi madre [María García Martos], junto a su padre [Juan García Ruiz] y hermanos, que huyó desde la campiña de Córdoba hasta Almería, perseguidos por la aviación fascista. Salieron de Cañete de las Torres dejando la mesa puesta, una Desbandá más, buscando refugio de las bombas y de la barbarie fascista.
Debo consignar finalmente que la Ley de Memoria Democrática 20/2022, aprobada 44 años después de la Constitución de 1978, consagraría la ilegitimidad y la ilegalidad de los tribunales y el carácter ilegal y radicalmente nulo de todas las condenas del franquismo. También que el artículo 41, suprimió los títulos nobiliarios concedidos entre 1948 y 1978 por la Dictadura. Entre ellos el del general Saliquet, con marquesado en Fiñana. Andrés Saliquet Zumeta, general golpista que hizo carrera en África, presidió el Tribunal Supremo de Justicia Militar al acabar la guerra. En 1950 Franco le otorgó el marquesado de Saliquet. Murió en el año 1959, presidiendo el Tribunal para la Represión del Comunismo y la Masoneria, con todos los honores y prebendas económicas. Mi abuelo Crotato, nacido en Fiñana, no recibió ninguna compensación económica por haber sido condenado por defender la legalidad republicana. Tampoco mi padre que llegó al final de su periplo de guerra con el grado de sargento.
Me honra ser nieto e hijo de una generación que se comprometió con la defensa de las libertades en España y en Europa con todas sus consecuencias. Mi compromiso es el de contribuir a que su memoria no se pierda en el olvido, y sirva para entender e interpretar mejor los anhelos de las nuevas generaciones y conformar una nueva cultura antifascista del siglo XXI, aunando la defensa de los derechos humanos y la justicia social.
Domènec Martínez García, Terrassa, 30 de marzo de 2024
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