La Luna de Beijing (12)

Beijing, ciudad prohibida

Crónica de los últimos días (artículo no publicado)

Joaquín Luna, periodista de La Vanguardia, publicó el 9 de junio de 1989 una crónica que hemos conservado (y que incorporamos en este relato sentimental), se titulaba: El increíble viaje de los Martínez

Lo que nos seduce de Beijing no son sus monumentos ni sus grandes edificios modernos. Nos apasiona su gente, los millones de ciclistas que cada día atraviesan Tiananmen haciendo sonar sus timbres, las eternas discusiones y los cientos de curiosos a su alrededor por cualquier pequeñez. Los niños que ruidosamente van a la escuela muy temprano. Los jubilados que practican taichi o ensayan pasos de baile moderno en las puertas de los parques, o los que prefieren dedicar su tiempo libre para sacar los pájaros a pasear, o aquellos que plácidamente se recrean en interminables partidas de ajedrez chino o jugando a las cartas. Nos seduce el color de los mercados en cada esquina, el regateo de los precios, el trasiego de las verduras, las flores intensas, y la frondosidad de sus avenidas cuando llega la primavera. También la multitud de parejas que buscan un rincón solitario en los parques protegiéndose con sus sombrillas.

Cuando regresamos a Beijing el 8 de junio, tras un largo viaje desde la ciudad de Kasghar, junto a la fontera de Afganistán (tres días en autobús bordeando el desierto de Taklimakan, y cuatro días y sus noches en tren desde la depresión de Turfán), nos han cambiado el paisaje. La estación central presenta una imagen insólita, sin aglomeraciones ni colas. La ciudad está muda, consternada, atemorida, sin dar crédito todavía a la magnitud de la tragedia. Apenas divisamos ciclistas en las calles, no funcionan autobuses ni taxis, no hay extranjeros -solamente algún periodista sin cámara que toma notas en alguna esquina-, los comercios están cerrados, los hoteles internacionales semivacíos, exhibiendo  pasquines informativos de las distintas embajadas, anunciando vuelos especiales para la repatriación de sus compatriotas. El ejército mantiene acordonados los lugares donde se han producido los enfrentamientos más violentos. Vemos coches, autobuses, camiones, tanques calcinados. Aturdidos y como sonámbulos llegamos a la embajada de España, justo a tiempo para despedir a los españoles que son repatriados. Amigos entrañables diversos, profesores y estudiantes de la universidad, personal de la embajada y de la oficina comercial. Triste e impensable despedida.

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Esa noche dormimos (es una manera de decirlo) en el hotel Gran Muralla, una decisión del propio embajador, Eugeni Bregolat: «no sabemos todavía que puede pasar, por precaución mejor que estemos todos juntos», también lo harán unos pocos funcionarios de la embajada. Víctor Viñuales (con quién habíamos planificado una estancia en Beijing) nos llama desde Hong Kong. Él, y las personas que le acompañan, han sido aconsejados a salir del país desde Shanghai, donde estaban como turistas. Desde la habitación del hotel contemplamos el movimiento de camiones militares y de soldados armados.

Al día siguiente, 9 de junio, nos reencontramos con Chen Lu Bin. Ha venido en bicicleta y mantiene su sonrisa permanente. La família Wang, nuestros vecinos y también colegas de trabajo, se han presentado en la embajada con el coche oficial de la empresa. Nos han pedido que regresemos a casa, a Jin Tai Lu, asegurándonos que no corremos ningún peligro. Nos emocionamos colectivamente. Hemos decidido adelantar una semana nuestro regreso. Son noches tristes en las que cientos de recuerdos se contraponen. Más de dos años intensos en China. Hemos aprendido a amar este país y sus gentes. Nos hemos acercado a su historia y a su cultura. Rut y Víctor han estudiado en escuelas chinas y se han familiarizado e identificado con su idioma. Nos unen muchos recuerdos a este inmenso y diverso país.

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Nuestra entrañable amiga Chen Lu Bin se desvive por ayudarnos a resolver las últimas cosas, sufre por esta despedida precipitada, pero no pierde su permanente sonrisa ni su acostumbrado coraje. Una mujer extraordinaria cuya historia personal (le gusta recordarnos que su madre la parió durante La Larga marcha), es un fiel reflejo de la turbulenta e increíble historia reciente de China.

(…) Las últimas salidas en bicicleta tienen sabor agridulce. Los camiones militares se prodigan por la ciudad con cientos de soldados armados. Las pocas tiendas abiertas cierran temprano. La gente se retira pronto a sus casas. Apenas circulan autobuses. La presencia de trabajadores en las fábricas y en las obras es muy escasa. Las universidades están vacías. En la TV y en la radio aparecen números de teléfonos para denunciar a quienes hayan participado en las manifestaciones (…) La TV emite constantemente las imágenes de los soldados heridos y los camiones quemados. Deng Xiao Ping y Li Peng, junto a otros miembros del gobierno, aparecen públicamente felicitando a los jefes militares. Entre las ausencias, la más significativa: la de Zhao Ziyang, el secretario general del PC de China, la única voz que había pedido diálogo y había intermediado con los estudiantes.

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Los días siguientes son intensos. Agitación con los últimos preparativos . Últimas compras y logística de viaje. También anímicamente. Los deseos de abrazar de nuevo a nuestra família que  nos espera (con alguna ausencia muy sensible) en España. Despedidas y sensaciones agridulces. Nunca imaginamos que lo haríamos llevándonos estas imágenes deplorables de la represión estudiantil en Beijing. El día 13 de junio abandonamos Pekín, sentimientos a flor de piel.

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Reservamos para la próxima entrada nuestra llegada y aterrizaje en Europa, cargados de un gran equipaje (físico y emocional).

Esta crónica retrospectiva de los sucesos que nos conmovieron hace treinta años se relatan en nuestras crónicas anteriores:

Xinjiang. En la Ruta de la Seda

Beijing era una fiesta

Llega Gorbachov. Vuelven los rusos?


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